martes, 22 de mayo de 2012

HERMOSILLO, SONORA A 18 DE MAYO DEL 2012 MTRO. JORGE LUIS IBARRA MENDÍVIL SECRETARIO DE EDUCACIÓN DEL ESTADO DE SONORA Soy Eunise Tovar Torúa, madre de Alfonso de 11 años, que actualmente cursa el 5to. Grado de primaria en la Escuela Guadalupe Ortega de Suárez ubicada en la Col. Nuevo Hermosillo. La razón por la que escribo es explicar la situación de mi hijo. Alfonso fue diagnosticado con Síndrome de Asperger a los 3 años de edad, después de muchas evaluaciones y diagnósticos erróneos. Por su trastorno, asistió a un Centro de Atención Múltiple, donde tuvimos una serie de problemas debido a la deficiencia en las instalaciones, que no contaban con lo necesario para que el ambiente fuera favorecedor, y por otro lado a que no todo el personal estaba capacitado ni sensibilizado para atender a los niños que asisten a estos Centros y que presentan diversos trastornos del desarrollo. A pesar de eso, Alfonso tuvo importantes logros, por lo que me informaron que debía y podía asistir a un Jardín de Niños regular. Lo inscribí al Jardín más cercano a mi domicilio y tuve ahí una serie de problemas para que lo aceptaran, originados por lo mismo: el desconocimiento por parte de las maestras sobre el Síndrome de Asperger y la falta de sensibilidad hacia una condición diferente a la del resto de los niños. Como mamá, investigué, leí, me informé sobre el trastorno, y toda esa información se la comuniqué a las maestras de los grupos donde estuvo mi hijo, tratando de que hubiera una mayor comprensión hacia las conductas que presentaba, o que no presentaba. Al ingresar a la primaria, los problemas continuaron, ya que la Directora de la primaria, Maestra Silvia Gutiérrez, se resistía a inscribirlo argumentando que los grupos estaban llenos, lo cual no era verdad. Sin embargo, después de una lucha que emprendimos, mi hijo fue admitido en la escuela. La historia a partir de ahí, está llena de situaciones dolorosas e indignantes. Nos encontramos con maestras que preferían pensar que el niño no tenía ningún problema, con tal de no hacer las adecuaciones necesarias a sus programas ya que eso representaba más trabajo. Nuevamente me di a la tarea de explicar a las maestras las características y conductas que presentan los niños con el Síndrome de Asperger, cosa que, ahora sé, debió hacer la Directora de la escuela, junto con el personal de USAER con que cuenta, así como plantear este y otros casos similares en reuniones de Consejo Técnico, cosa que evidentemente no hicieron. Las muy numerosas situaciones, incidentes, anécdotas, frustraciones, indignaciones, etc. que hemos vivido Alfonso, yo, y toda la familia, podrían llenar un libro, pero no es la intención cansarlo con eso. Me limito a decir que sobre todo en este último año, Alfonso ha sido víctima de bullying constantemente, sobre todo, en los meses en que la maestra del grupo se ausentó por licencia de maternidad y que el maestro que la suplió tuvo una actitud totalmente antiprofesional, permitiendo que los demás niños abusaran de la incapacidad que tiene mi hijo para socializar y defenderse verbalmente de sus agresiones. Aclaro, el niño no tiene problemas de aprendizaje, sino de socialización. Mi hijo no suele entablar pláticas con sus compañeros, ni con los maestros y maestras, y muchas veces quienes me informaban eran los otros niños, e incluso mamás que observaban estas situaciones. Pero en otras ocasiones, Alfonso, con la característica forma de expresarse de los niños que tienen este síndrome, me decía que los niños lo agredían y se burlaban de él. Cosas como picarlo con lápices, ponerle letreros en su espalda que decían “patéame soy un idiota”, por ejemplo. El colmo fue cuando el pasado 30 de abril, día del niño (también día de mi hijo), Alfonso, a pesar de no ser nada sociable, ese día se levantó muy contento e ilusionado para ir a la fiesta, llegamos a la escuela, y al momento de yo dar la espalda para salir del plantel, escuché un ruido y un grito, y al voltear, Alfonso estaba tirado en el piso, muy golpeado y sin aire para llorar ni explicar nada. Una mamá que estaba ahí y me auxilió, se puso muy nerviosa al ver a mi hijo así, y muy indignada porque según me explicó, el niño le metió el pie a Alfonso con toda la intención de que se cayera. Al estar el niño muy golpeado y en un estado emocional grave, en el que se negaba a comer, a jugar y no podía dormir, lo llevamos al Hospital del DIF, donde le diagnosticaron un cuadro agudo de angustia y depresión. Hasta aquí, pudiera parecer un accidente, una travesura de un niño. Lo que no es accidente, es la actitud pasiva de la Directora, que ni siquiera se preocupó por la salud de Alfonso, a pesar de saber que se había golpeado fuerte, y de no sancionar de ninguna forma la actitud del niño que lo tumbó. Debo aclarar que la situación de Alfonso desde el inicio, la conocía muy bien la Directora, con la que platiqué en muchas ocasiones, y al decirle yo que si ella no resolvía esa situación reportaría el caso a la SEC, me decía que no lo hiciera porque podrían perder el apoyo del PEC (Escuelas de calidad) y que eso no le convenía. Pero igual no resolvió. Tratando de respetar las instancias informé el caso la Supervisora, maestra Elodia Llanes Ortega, a pesar de que la maestra Silvia trató de impedírmelo, incluso lo hizo el día 30 de abril cuando trató de evitar que yo entrara a la Dirección, donde se encontraba casualmente la supervisora. Pero igual tampoco resolvió. La situación ahora es muy grave, ya que mi hijo se niega a asistir a la escuela desde el día 30 de abril, por temor a que lo sigan agrediendo, y no confía en que los maestros vayan a protegerlo. Reconozco y agradezco profundamente la atención, la comprensión y la sensibilidad de la maestra actual del niño, maestra Lucía Méndez que ha mostrado una actitud de respeto y apoyo siempre hacia el niño. Sin embargo, la situación de la caída aunada a toda la historia de Alfonso en la primaria, en la que nunca se respetaron sus derechos contemplados en la Ley General de Educación, específicamente en el Artículo 41., que dice – “La educación especial está destinada a personas con discapacidad, transitoria o definitiva, así como a aquellas con aptitudes sobresalientes. Atenderá a los educandos de manera adecuada a sus propias condiciones, con equidad social incluyente y con perspectiva de género. Tratándose de menores de edad con discapacidad, esta educación propiciará su integración a los planteles de educación básica regular, mediante la aplicación de métodos, técnicas y materiales específicos. Para quienes no logren esa integración, esta educación procurará la satisfacción de necesidades básicas de aprendizaje para la autónoma convivencia social y productiva, para lo cual se elaborarán programas y materiales de apoyo didácticos necesarios”. Luego, en el mismo Art. Párrafo 5to. Dice “La educación especial incluye la orientación a los padres o tutores, así como también a los maestros y personal de escuelas de educación básica regular que integren a los alumnos con necesidades especiales de educación”. En el caso de la obligación que tiene el Sistema Educativo de proteger a los menores, el Artículo 42 establece: “En la impartición de educación para menores de edad se tomarán medidas que aseguren al educando la protección y el cuidado necesarios para preservar su integridad física, psicológica y social sobre la base del respeto a su dignidad, y que la aplicación de la disciplina escolar sea compatible con su edad”. “En caso de que las y los educadores así como las autoridades educativas, tengan conocimiento de la comisión de algún delito en agravio de las y los educandos, lo harán del conocimiento inmediato de la autoridad correspondiente”. Luego, en el Artículo 12, punto dos de la Ley General para la inclusión de las personas con discapacidad, en el punto II se establece que, “La Secretaría de Educación Pública promoverá el derecho a la educación de las personas con discapacidad, prohibiendo cualquier discriminación en planteles, centros educativos, guarderías o del personal docente o administrativo del Sistema Educativo Nacional”. Después, en el Artículo 15. “La educación especial tendrá por objeto, además de lo establecido en la Ley General de Educación, la formación de la vida independiente y la atención de necesidades educativas especiales que comprende entre otras, dificultades severas de aprendizaje, comportamiento, emocionales, discapacidad múltiple o severa y aptitudes sobresalientes, que le permita a las personas tener un desempeño académico equitativo, evitando así la desatención, deserción, rezago o discriminación”. Después de revisar estas Leyes, y de comprobar lo que sabía, es decir, que los derechos de los niños a recibir una educación que “Contribuya al desarrollo integral del individuo, para que ejerza plenamente sus capacidades humanas”, así como del derecho de los niños con discapacidad de ser incluidos en la educación regular gozando de la protección de los agentes educativos del plantel, me atrevo a exponer nuestro caso, porque estoy convencida que el Sistema Educativo tanto federal como estatal, no están dando cumplimiento a la Ley General de Educación, ni a la Ley General para la inclusión de las personas con discapacidad en los artículos que mencioné anteriormente, por lo que la salud emocional y psicológica de mi hijo se ha visto afectada no sólo por el trastorno con que mi hijo nació, sino por los y las trabajadoras de la educación que, lejos de procurar su desarrollo integral, lo han obstaculizado con su negligencia al no realizar las acciones necesarias para su mejor desarrollo, lo que ocasionó que Alfonso no tenga la mínima confianza en que, de regresar a la escuela, la situación sería distinta para él. Quiero por último dejar muy claro que no me preocupa solamente la situación de mi hijo, (que por supuesto además me duele), sino que me preocupan todos los niños y niñas que están en una situación semejante, que están diagnosticados o no, pero que sufren las consecuencias de un sistema educativo que no ha sabido encontrar la forma de integrarlos e incluirlos a la educación regular, y que no ha logrado despertar en los maestros y autoridades educativas la sensibilidad para convivir y educar a niños que no solo merecen un trato justo y afectivo, sino que además lo necesitan por ser seres humanos más vulnerables. Con la esperanza de que esta información sea de utilidad para que las cosas mejoren y logren despertar sentimientos que todos, pero sobre todo quienes trabajan a favor de la educación, deben tener a flor de piel, me despido con el compromiso de seguir luchando como mamá por una educación más justa para todos. ATENTAMENTE EUNISE TOVAR TORÚA MAMÁ DE ALFONSO TOVAR TORÚA Tel. Cel. 66 22 24 97 06