jueves, 31 de enero de 2013

GUILLERMO PADRÉS EN LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN

GUILLERMO PADRÉS EN LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN Aldous Huxley, escritor genial de mente enciclopédica, autor de “Un mundo Feliz”, casi ciego desde su adolescencia, fue, alguna vez, conejillo de indias; un gustoso ratón de laboratorio, para un experimento con una droga llamada mezcalina. Dicha droga fue extraída del principio activo de ¿la raíz? del peyote, o peyotl, como conocían nuestros antepasados mexicanos a esa cactácea cuya ingesta produce efectos alucinógenos. Es la misma droga a la que se hizo afecto Carlos Castaneda, autor de “Las enseñanzas de Don Juan”, de “Una Realidad Aparte”, y de otros textos en las que registra sus viajes con peyote, en los que se le abrió la puerta a un mundo raro, de magia y de color. Ese mismo mundo fue visitado por Huxley, con la ventaja para éste último de que la droga la tomaba en pastillitas, en dosis exactas, sin tener que masticar el peyote (el primo de un amigo dice que es muy amargo). Los resultados del viaje de Aldous Huxley a ese mundo de magia y de color quedó registrado en un ensayo que el escritor llamó “Las Puertas de la Percepción”. En ese ensayo el genial ciego aprendió a ver lo que hay detrás de las cosas. Si Gertrude Stein había dicho que “Rosa es una rosa es una rosa es una rosa”, en un realismo redundante, acaso temeroso, Huxley, en su elevado viaje con mezcalina, pudo haber dicho que “Rosa no es una rosa; puede ser una caja, un elefante volador, efectivamente rosa, o un burro de cinco patas” (En Sonora los burros con quinta pata pagan doble tenencia; cien por las primeras cuatro, cien por la quinta). Algo tiene el poder, el disfrute del erario, que produce en los políticos mexicanos los mismos efectos que el peyote, la mezcalina, y en general los alucinógenos, tal como son descritos, tales efectos, en “Las enseñanzas de Don Juan” o en “Las Puertas de la Percepción”. Cuando el político promedio (el promedio son todos, salvo uno que se escapa) da en masticar erario, se le abre la puerta a un mundo pleno de maravillas multicolores, en el que las rosas dejan de ser rosas; es el Universo Paralelo que la observadora intuición zancudera ha detectado en una importante agencia de publicidad sonorense. Otros han dicho, quizá equivocadamente, que “El poder atonta a los inteligentes, y a los tontos los vuelve locos”. La sentencia puede ser errónea porque, así como el poder los pone, tontos y locos, no dejan de enriquecerse (patrimonialmente, se entiende). No es entonces que el poder los apendeje, simplemente su mundo empieza a ser otro… nuevo. Ese vivir en un Sonora nuevo es lo que hace declarar a Guillermo Padrés, gobernador de ese otro Sonora, que “Sonora es pura alegría”. Aquí cabe la siguiente pregunta ¿Por qué, si los sonorenses son pura alegría, traen cara de encabronados? La respuesta es simple: El gobernador y su pequeño grupo gobernante, quienes han dado en masticar el peyote del dinero público, viven, por ese hecho, en una realidad aparte. En esa realidad, desde luego, todo es alegría. Los miles y miles de sonorenses que han salido a las calles a mostrar alegremente su encabronamiento, aquejados por la oleada de nuevos y más caros impuestos, parece que viven en el Sonora equivocado. Viven, por error, en el Sonora que paga impuestos, no en el Sonora que los gasta y los embolsa. En la mayoría de los casos los viajes a ese hermoso Nirvana, sean con peyote o con erario, terminan y terminan mal. Aunque algunos de los viajeros peyoteros se queden a vivir para siempre en su mundo colorido; y aunque pocos, poquísimos, políticos encuentren la fórmula del erario eterno (Beltrones, raro ejemplo). Los viajes con peyote duran entre seis y ocho horas (según el mismo primo del mismo amigo); los viajes con erario duran regularmente tres o seis años. Aldous Huxley, en medio de su dichosa loquera experimental, advierte que las puertas de la percepción comienzan a cerrarse; el universo paralelo se desvanece. Curiosamente, asocia su estado final de plena felicidad con una silla, como la silla de los gobernantes: “Ante una silla que parecía el Juicio Final o, para ser más exactos, ante un Juicio Final que, al cabo de mucho tiempo y con seria dificultad reconocí como una silla, me vi de pronto en los lindes del pánico. Tuve bruscamente la impresión de que el asunto estaba yendo demasiado lejos…El miedo era a quedar aplastado, a desintegrarme bajo la presión de una realidad más poderosa… Cualquier cosa antes que el brillo abrasador de una realidad sin mitigaciones ¡Cualquier cosa!”. La conducta de los gobernantes nos lleva a afirmar que, en eso de mitigar la realidad, no hay mejor fórmula que gastar y acumular dinero ajeno, mucho mejor si ese dinero es de todos, o sea de nadie, "¡O sea mío!". Afortunadamente esos viajes terminan. La cuenta regresiva para el fin del actual gobierno comenzó acaso demasiado pronto. Tac-tic, tac-tic, tac-tic; los relojes ya suenan en reversa. La locura del viaje peyotero de Padrés y acompañantes ya viene de bajada. Es ahora cuando son más peligrosos porque, presas del miedo, lindando el pánico, tal como ha explicado Huxley, pueden ser capaces de mayores atrocidades a las ya conocidas. Así dice Aldous que termina el viaje: “…Pero, ay, no iba a durar este paraíso de percepción purificada, de contemplación unilateral sin mácula. Las bienaventuradas treguas se hicieron cada vez más raras y breves, hasta que finalmente desaparecieron y sólo quedó el horror.” Creámosle a Huxley, la realidad sin mitigaciones existe, aplasta; con Guillermo Padrés pasará lo mismo que con Calderón: cuando todo termine sólo quedará el horror. .

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