lunes, 30 de enero de 2012

EL TOMANDANTE Y LOS CALDOS DE PIRRO.

EL TOMANDANTE Y LOS CALDOS DE PIRRO.

Hay guerras que está cañón ganarlas; de esas guerras que quizá sea mejor perderlas. Lo supo el rey griego Pirro, de Epiro, quien después de ganar una feroz batalla contra el ejército romano, en la que había perdido la mitad de su ejército, exclamó para la historia: “Con otra victoria como ésta, estoy perdido”. De todos modos estaba perdido, pues entonces, tres siglos antes de Cristo, la rueda de la historia giraba ya en pro de Roma. Parece que los romanos se daban cuenta del carácter pírrico de que las victorias de Pirro. O sea que los caldos de Pirro salían considerablemente más caros que sus albóndigas.

Lo supo también el ejército gringo en Vietnam. Los generales del Pentágono no se explicaban por qué, si ganaban todas las batallas, estaban perdiendo la guerra. Cuando al final, en 1975, huyendo de Saigón con el orgullo militar refugiado en la entrepierna, los generales gringos no entendieron para qué les habían servido todas sus victorias, pues no sirvieron para ganar la guerra.

Supo lo mismo, aunque en sentido contrario, don Santos Degollado, ministro de guerra de Benito Juárez. Don Santos, Santitos, como le llamaba afectuosamente Juárez, fue conocido como “El Héroe de las Derrotas”. Ministro de guerra del gobierno liberal establecido en Veracruz, el general Degollado se enfrentó al mejor alimentado y equipado ejército de Miramón. Siempre perdió, pero siempre ganó. Pareciera que a don Santos le gustaba la derrota: más tardaba en perder una batalla, que en armar de nuevo a su tropa para oponérsela al ejército conservador; sólo para darse el gusto de perder otra vez. Héroe de derrotas, don Santos Degollado perdió mil batallas, pero ganó la guerra. No le correspondió a Degollado la gloria de ganar la última batalla, en la que el ejército conservador fue derrotado definitivamente. Pero la República sobrevivió en Veracruz, donde pudieron redactarse y publicarse las Leyes de Reforma, gracias, muchas gracias, a las mil derrotas de Degollado.

Lo saben, pero no lo quieren saber, los generales de la guerra de hoy. Los generales y generalitos que acompañan a Calderón en su alocada guerra contra las drogas, que ya no es guerra. Saben que todos los días ganarán batallas, y saben que al final, paciente, les espera la derrota. Sin una estrategia digna de ser llamada así, sin objetivos claros, sin metas de mediano y largo plazo, sin previsión de las consecuencias en la seguridad pública; en fin, aventándose como el Borras, así se lanzó Calderón, el Tomandante General de nuestras fuerzas armadas, a una guerra sin victoria posible. Lo saben, pero no lo quieren saber, porque en esta guerra no sólo los narcos se hacen ricos. También los que hacen la guerra contra ellos se convierten en millonarios, como García Luna con sus casitas. Se hacen ricos y se hacen héroes. Héroes de mil victorias, camino a la derrota, con su tomandante por delante.

Y sin embargo se puede. Esa guerra se gana sin guerra. Las drogas representan un agudo problema social que se resolverá socialmente: empleo, educación, deporte, desarrollo, mercado interno, salud, cooperación, inteligencia, son los campos en los que se resolverá, sin balas ni bazucas, el problema de la droga. Así lo propone el movimiento progresista que respalda a López Obrador.

Martín Vélez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario