martes, 31 de enero de 2012

Tendencias

Hubo un tiempo en el que los movimientos gay en el mundo impulsaron candidatos de representación pública para defender los derechos humanos de las minorías sexuales. Hoy, en varios países es parte de la democracia la inclusión de homosexuales, con diputaciones y alcaldías.

Políticos abiertamente gay, no homosexuales de clóset que por el rumor se sabe y participan en la política como si fueran “muy machos” o “muy hembras”, que le dan la espalda a su comunidad. Esos, desgraciadamente, no cuentan para apoyar los derechos civiles que nos importan. Contra esos, por fortuna, hay heterosexuales capaces de apoyar a los gay, con todo y la presión de la Iglesia.

Bien. Aunque, en principio, el que un gay participe en política no lo hace un buen político. Además, una representación gay no quiere decir que representen a toda la comunidad homosexual y lésbica de México. Los hay de izquierda y de derecha, del centro y los hay que les vale madre la polaca. O sea: la representación gay es simplemente para preservar los derechos humanos ahí donde son allanados. Eso está bien, pero nadie debería erigirse en representante legal de los gay. Eso, no existe. Sería sano que existieran políticos homosexuales de todas las tendencias políticas. Los que hay, aparecen por el lado de la izquierda. Y ya. El PAN y el PRI, ni por asomo, cuando conocemos o sabemos de varios que visitan bares, tienen relaciones con personas de su mismo sexo, pero a oscuras, sin dar la cara.

Siempre he respetado la vida privada. Pero cuando un político gay, de clóset, es incapaz de apoyar derechos humanos de las minorías sexuales, es execrable aquí y en China. Sobre todo cuando vemos posiciones de heterosexuales que apoyan las iniciativas de homosexuales en la cámara de diputados, el congreso o la asamblea. La democracia camina, contra todo sexismo. Ojalá esos gay de clóset entiendan y cambien: nadie los señalará con un dedo, salvo su conciencia.

Más allá de la discrepancia entre grupos homosexuales, urge apoyar a los candidatos abiertamente gay que quieren un puesto de representación popular, como es el caso de Lol Kin Castañeda y Jaime López Vela. O los que ya ejercen en la política, como Enoé Uranga. Y los que sigan. Ya lograron un sitio en el público. No dejemos a la mezquindad destruir lo que ha costado años: buscar más y mejores derechos humanos para los gay. Más es mejor.

braulio.peralta@milenio.com

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